Un goteo lejano del que solo
llegaba un eco; el sonido de unos pasos solitarios; el fuerte golpe de una
puerta que es cerrada, con alguna pobre alma en su interior… Y rompiendo aquel
silencio cargado de pesar, la fina voz de una joven.
-¿Crees que estamos locos,
Ophelia? –murmuró, sentada sobre su cama y con la espalda pegada a la pared. –¿Y
en qué se diferencia un loco de un cuerdo? –su mirada cristalina se perdía en
una oscura esquina del techo. –Una de las chicas dice que la gente llama “loco”
a aquel que deja de conformarse, el que mira más allá y es capaz de ver cómo
funciona el mundo en realidad… El que ya no se cree más mentiras y no se calla
lo que piensa. Los que se conforman son llamados cuerdos… -una sonrisa triste
se extendió por su pálido rostro. –Pero los médicos dicen que ella sufre
paranoia aguda, así que supongo que no deberíamos hacerle caso. –hizo una pausa
para desviar la vista hacia la morena, que reposaba sobre la cama tal cual la
habían dejado los enfermeros. –Sin embargo, aquí estamos entre locos y no hay
tabúes. Se nos permite decir lo que queramos, y normalmente nos escuchamos
entre nosotros sin juzgar nunca… sin prejuicios. –cogió aire y lo soltó con
calma. –Me gustaría saber tu opinión, Ophelia… Pero acepto tu silencio. En
realidad ni siquiera sé si me oyes, si notas mi presencia o conoces al menos
dónde te encuentras. Pero prefiero creer que es así, que me escuchas. –la joven
recordó algo que le hizo sonreír con más ganas. -¿Sabes? El otro día soñé que
me mirabas y me decías “sigue hablando, Abby, me gusta oírte”. Claro que ni
siquiera sé cómo es tu voz, pero en mi sueño era bonita; dulce pero fuerte.
Creo que tienes carácter. –resopló y se miró los pies. –No puedo saberlo,
claro, pero me da esa sensación. Quizá sea por tu corte de pelo… O por lo agujereadas
que están tus orejas. –rió levemente. –Me encantaría haberte visto hace unos
meses, cuando hablabas y te movías. Me gustaría ver el tipo de ropa que
vestías, la forma de tu sonrisa o los gestos que hacías al hablar. –se revolvió
en la cama para acabar metiéndose bajo las sábanas. Le había dado frío.
Una vez recostada, se giró para
quedar mirando al camastro de su compañera de habitación. Ella reposaba
bocarriba, con los ojos semicerrados. ¿Estaría consciente? ¿Estaría dormida? No
tenía forma de saberlo, pero le gustaba mirarla, hablarle y creer que ella la
escuchaba. Eso le ayudaba a sentirse menos sola.
-Quizá alguna vez nos cruzamos
por la calle y ni siquiera lo recordamos… Quizá fuiste la chica que se tropezó
conmigo al salir de un baño público o la que se llevó la última camiseta de la
tienda antes de que yo llegara. Pudiste ir en el mismo autobús que yo, incluso
pudimos llegar a estar en la misma habitación. –sacó un brazo para flexionarlo
y apoyarse en él, sin despegar sus ojos claros del rostro de aquella
desconocida. –Nunca lo sabremos, Ophs. –una leve sonrisa asomó en sus labios.
-¿Puedo llamarte “Ophs”? Suena divertido, así siento que nos conocemos, que
somos amigas… Sí, en realidad creo que eres mi mejor amiga, Ophs. –bostezó y los
párpados le fueron cayendo, fundiendo a negro la imagen de aquella otra
adolescente. –Buenas noches, querida amiga… Me alegra que estés aquí.
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Acabo de escribirlo, así, sin meditar mucho, así que podría cambiar de aquí a la segunda temporada :3
Comentarios aquí, por favor, para no spoilear a las que no deseen ser spoiledas ;)